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sábado, 7 de abril de 2007

La búsqueda

Historia original: sábado, octubre 07, 2006.

Salí sin muchas ganas, pero estaba harto de estar en casa y nadie me había llamado para dar un paseo, así que me dije que por qué no acercarme a la sauna. Al llegar me di cuenta de que para ser sábado no había mucha gente, situación que prefiero a las aglomeraciones. Me quité la ropa, fui a darme una ducha y me dediqué a pasear, sin ningún objetivo en mente. Sólo quería relajarme y para ello me bastaba con caminar, escuchar la música y pensar.

Estuve un buen rato dando vueltas por el local, sentándome de vez en cuando y sin ver a nadie interesante, así que no parecía que hubiera plan para hacer nada. Me fui a la sala de calor seco a sudar. Me gusta la sensación de calor que enseguida obliga al cuerpo a empezar a transpirar ese sudor limpio, sabiendo que luego me voy a dar una ducha y me quedaré como nuevo. Suelo quedarme unos diez minutos, no más, hasta que los poros han transpirado un rato y luego salgo a la ducha. Cuando me atrevo a ponerme bajo el agua fría, es una pequeña tortura, pero después el cuerpo se queda deliciosamente relajado. Muchos días, sin embargo, sólo me ponía debajo de una ducha normal de agua templada para limpiarme la piel.

Llevaba unos cinco minutos en la sala de calor. La gente suele entrar y salir a ver si ven a alguien interesante. Algunos incluso se lo montan allí dentro, pero yo soy incapaz de pensar en otra cosa que en el calor que tengo. Una de las veces que se abrió la puerta, entró un hombre que me gustaba y aunque pensó que no le había hecho caso, sólo era que no me apetecía hacer nada con tanto calor. Me hizo unas cuantas señas, incluso me rozó y se fue.

Cuando consideré que había sudado suficiente, me fui afuera y me di una ducha que me dejó totalmente relajado. Me fui al baño, pues me estaba meando, y después salí a pasear para buscarle. No tuve que caminar mucho, pues estaba justo a la salida. Pasé junto a él y le dije hola. Él se me quedó mirando y como pasaba más gente, me atrajo enérgicamente cogiéndome de un brazo, así que enseguida estábamos pegados hablando y le dije que no le había hecho caso antes porque hacía mucho calor en la sala. Era un tipo de mi altura, cuarentón, gordito, velludo sin exagerar, con bigote y gafas. Por el acento me parecía catalán o algo así. Lo único que me resultaba un poco chocante es que llevaba el pelo un poco largo, pero con la humedad es como si estuviera peinado con gomina.

Nos fuimos en busca de alguna salita. Sólo pudimos encontrar una en la que no funcionaba el pestillo, así que él dijo que seguramente entraría la gente a molestar. Yo no me enteré en aquel momento, aunque después sí que sentí que abrían la puerta un par de veces, chocando con la papelera que pusimos para bloquearla un poco.

Extendimos nuestras toallas y comenzamos a besarnos y achucharnos. Llevaba mucho tiempo sin conocer esa ternura, esa calidez y delicadeza. Casi todo era perfecto, las mejores caricias, los besos más dulces... Ningún detalle estropeó el momento. Estuvimos un buen rato gozando. Recuerdo que al final nos pusimos invertidos, haciendo un 69. Tuve que pararle varias veces, porque no me quería correr tan pronto, pero era difícil contenerse con lo bien que me estaba masturbando. Yo abrazaba su cuerpazo mientras le devolvía las mismas caricias; estábamos empapados en sudor, pero no me importaba porque olía limpio. Llegó un momento en que no pude más y me corrí con un placer extraordinario.

Se dio la vuelta y me miró. Yo estaba resoplando, recuperándome de los espasmos. Le dije que había disfrutado muchísimo. Le pedí que esperase un momento para recobrar el aliento. Le besé y le acaricié cariñosamente. Luego me puse sobre él para poder darle más placer. Recorrí su cuerpo con mi boca, siguiendo sus gemidos. Descendí y se la chupé un rato para hacerle gozar. Después, se la meneé con la mano. Se corrió enseguida, lanzando varios chorros que cayeron sobre su pecho y su barriga. Me encanta ver cómo disparan cuando eyaculan de esa forma. Me tumbé a su lado de nuevo. Permanecimos abrazados, disfrutando de la química.
- Guapo. -le dije
- Gracias, a lo mejor cambias de opinión cuando vuelvas a ponerte las gafas.
- Nah, veo lo suficiente...
- Ya... Estoy muy a gusto.
- Sí, yo también.
Yo realmente estaba en la gloria. Más abrazos, más caricias. Por curiosidad, le pregunté:
- ¿Tienes pareja?
- Sí, pero como si no la tuviera...
- ¿Y eso qué significa?
- Pues que está a 600 kilómetros.
- ¡Uf! Las relaciones a distancia... sí que son complicadas. -casi imposibles, diría yo.
- Pues sí. ¿Tú tienes pareja?
- No, ahora no. Se acabó ya hace tiempo y lo malo es que el listón está muy alto.
- ¿Y eso?
- Pues que va a ser difícil encontrar a alguien igual.
- ¿Y ahora no buscas?
- Sí, claro que busco, pero nadie quiere comprometerse.
- ¿Vives solo?
- Sí.
- ¿Te apañas bien? Eres muy joven, ¿no?
- Sí, no me quejo. Ya no soy tan joven... ¿Cuántos me echas?
- Pues... Treinta.
- Más, más.
- ¿treinta y cuatro?
- Treinta y tres.
- ¿Cuándo cumples los treinta y cuatro?
- En mayo.
- Ahá... Bueno, tengo que irme ya...
- ... Oye, lo he pasado muy bien contigo... me gustaría verte otra vez.
- ... -no sabía qué contestarme. Evidentemente no le interesaba volver a quedar.
- Vale, vale, ya veo -dije cuando le vi dudar.- No quiero comprometer a nadie, ¿eh? Sólo que estoy tan a gusto que me gustaría volver a quedar.
- Pues... Nos podemos ver por aquí si vuelves...
- Ya no suelo venir mucho a estos sitios, la verdad. No me gusta. ¿Es que no nos podemos ver fuera?
- Sss... sí claro. Sólo que... no me gusta planificar de antemano, así no se ven tanto los detalles malos y sí que se recuerdan más las cosas buenas.
- Ya veo... Pues nada, nos vemos.
Si hubiera visto algún tipo de voluntad por su parte, le habría dado mi número de teléfono, pero vista su actitud ni siquiera me molesté. Fue a darse una ducha y yo me metí a sudar primero otro rato. Entró un momento a secarse y allí mismo le dije adiós. No me molesté en seguirle y salí del calor cuando me apeteció, para darme una ducha antes de marcharme.

Así está el mercado... Me fastidia mucho que alguien me haga sentir tan bien, nunca quiera repetir un encuentro. No sé qué hacer para averiguar lo que busca esta gente. Bueno, sí, está claro que buscan sexo sin compromiso, cosa que a mí me cuesta por mi forma de entender el sexo.

Yo llevo mucho tiempo esperando ya encontrar alguien interesante. A menudo me pregunto si es que no estoy preparado, o si es que los buenos momentos (sentimentalmente hablando) ya pasaron y no volverán. Ahora, cuando no es por un motivo, es por otro y la cosa nunca acaba de cuajar. La mayoría de las veces tengo la coraza puesta y trato de que me dé igual, pero de cuando en cuando aparece alguien realmente interesante y se pasa mal porque nunca corresponde. Supongo que algún día ocurrirá el milagro, pero hasta entonces lo único que puede hacerse es esperar. No me gusta nada esta situación, pero poco puedo hacer, sólo confiar que cuando se presente la ocasión, no la deje pasar pensando que no merece la pena.

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