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domingo, 14 de marzo de 2010

Insípido

Casi no podía creerlo, pero iba a comer a "El Bulli". El gran sueño de mucha gente se le había concedido: uno de sus contactos importantes le había ofrecido una invitación para acompañarle.

Viajó a Rosas con sus amigos. Esperaron impacientes la hora de entrar. Les condujeron a su mesa. Les presentaron la carta de tapas que iban a servir y comenzó el espectáculo. Los camareros se movían rápido, como bailando entre las mesas y sirvieron las primeras tapas en unos platos imposibles. Máxima concentración. Todos cogieron la primera porción y se la llevaron a la boca. Exclamaciones y murmullos de sorpresa se extendieron por el restaurante. Todo el mundo comentó que estaba excelente. Pero a él le supo prácticamente a agua.

"¿Pero qué demonios...?" -se preguntó. Entonces razonó que quizá esa era la gracia del plato; "aquí experimentan con los sabores, así que es posible que el primero sea una especie de broma para pillar a la gente desprevenida", concluyó. Pero entonces, ¿qué pasaba con los demás? ¿Por qué comentaban extasiados ese momento? ¿Quizá temían quedar como tontos ante los otros? Entre esas cavilaciones llegó la segunda tapa, emplatada en una cuchara ovalada. La observó detenidamente, tomándola con la mano derecha. La acercó a sus labios y sorbió lentamente, dejando que inundase su lengua y su paladar. Nada. Agua, igual que la anterior, e igual que la siguiente, y la siguiente, y la siguiente...

Empezó a sentirte mal, viendo como todos los demás disfrutaban mientras él no conseguía saborear ni la más mínima porción de comida. Sus compañeros estaban ajenos a su sufrimiento, comentando entre ellos los matices que iban descubriendo a cada paso. Él cada vez estaba más angustiado. ¿Qué podía hacer? Quizá disimular, como si estuviese disfrutando al igual que ellos... Pero en su pecho crecía una angustia que pronto sería incapaz de contener. De repente se levantó y se apresuró hacia la salida. Sus amigos le miraron marcharse, pero se quedaron callados por la sorpresa y no se movieron.

Trastabilló hasta la esquina, bajó las escaleras y a unos pasos, se apoyó como pudo en un árbol. Le costaba respirar. Las piernas le flaquearon y cayó de rodillas junto al árbol. Entonces rompió a llorar sin control. Los sollozos le ahogaban y creyó que nunca podría llorar todo lo que su cuerpo le pedía.

Por suerte no apareció nadie por allí. El llanto le fue desahogando poco a poco. Entonces estuvo en situación de pensar de nuevo. Razonó que nadie podría comprender lo que le pasaba, que tendría que ocultarlo para no ser visto como un bicho raro. Con bastante esfuerzo se fue recomponiendo, secó sus lágrimas, se sacudió y se colocó la ropa, suspiró y se dirigió de nuevo hacia el restaurante.

Buscó de nuevo su mesa. Sus compañeros le observaron y alguien preguntó:
-Pero hombre, ¿dónde estabas? Te has saltado un montón de tapas...
-Ya, tuve que salir un momento.
-Desde luego, mira que eres raro.
-¡Un brindis por los raros del mundo! -propuso alguien.
-¡Eso, que también tienen derecho!

Brindaron y rieron. Por suerte, siempre había quien desdramatizaba las situaciones. Imaginaba que así es como tendría que tomárselo a partir de ese momento.

De vuelta en su hogar, concertó una cita con su médico y unos días después, pasó por la consulta.

-¿Cuál es el problema? -preguntó el médico.
-Pues verá... No saboreo nada. Los alimentos han dejado de tener sabor para mí.
-Ya... Pero ¿sigue teniendo apetito?
-Sí, eso no lo he perdido. Sigo teniendo ganas de comer, tengo la sensación de hambre y la de que me apetece esto o aquello... Pero no me sabe a nada.
-Vaya... Pues no se conoce ningún transtorno físico que produzca los efectos que me comenta. Tiene toda la pinta de ser psicológico.
-¿Psicológico?

¿Psicológico?

¿A que te doy dos ostias?

viernes, 12 de marzo de 2010

Pofale

...
-¿algo más?
-Sí, también venía a por mis pastillas. ¿Me puede hacer un par de recetas, por favor?
-Claro. Ah, pregunté lo tuyo a un urólogo conocido. Es un chico que estudia bastante...
-¿Ah sí? ¿y le ha dicho algo?
-Dice que le parece muy raro que sea por tus operaciones, que es mucho más normal que sea psicológico... Que en algún momento hayas asociado algo y te haya afectado.
-Ya... -(Pofale. Hala, otro más con el cuento de siempre).
-Es que no ha visto un caso como el tuyo, ni ha leído nada igual.
-... Bueno, pues yo la verdad es que sí he leído algo. Llevo dos años buscando. No soy médico, pero sí que he llegado a alguna conclusión...
-¿Sí? ¿cuál?
-Bueno, perdone mi imprudencia, pero yo diría que esto puede ser algún neurotransmisor que no está funcionando bien. Hay un grupo en Internet de gente a la que le pasa lo mismo. Y hay algún caso que ha mejorado con un neurotransmisor... El GABA.
-¿inhibiendo el GABA?
-No, tomando GABA.
-Vaya, ¿y eso cómo se toma?
-Pues parece ser que se vende como suplemento para la gente que va al gimnasio, les servirá para aumentar el músculo o algo, no sé...
-Mmhhh... Ten cuidado...
-No, si yo no voy a tomar algo sin control médico. Además no he encontrado ningún sitio donde se venda en España.
-Vale, que sepas que puede ser peligroso.
-Claro. Bueno, gracias de todas formas por preguntar.
-De nada, es que también me quiero enterar yo de cómo va el asunto.
-Claro, gracias... Hasta luego.

Pofale.

Hoy en día, casi todo se puede encontrar. Sólo hace falta que un buscador lo tenga enlazado, un poco de suerte y habilidad buscando. Pero por suerte o por desgracia, también se encuentran las teorías contrarias al uso de la sustancia... Está claro que no me quiero joder ninguna función corporal intentando arreglar otra, pero mi vida sexual está prácticamente parada en este momento. Lo cual no quiere decir que vaya a dejar de luchar; sólo estoy declarando cómo me siento ahora mismo: tengo deseo, pero no puedo satisfacerlo porque mi cuerpo no me deja, así que disminuir mi actividad es lo único que me alivia un poco: dejar de pensar en la parte de mí que no funciona.

Dentro de un par de semanas vuelvo a tener visita con el neurólogo. Las pruebas han sido dolorosas, así que espero que no sean inútiles, que es lo que me parecen ahora mismo.

Espero equivocarme y que me recomienden un psiquiatra o algo así (al final, después de tanto insistir, voy a tener que probarlo, ya sea para demostrar que no es un problema mental o para corregirlo si lo es). Pero alguien especializado en problemas sexuales, no pienso acudir al primero que encuentre.

La guinda de hoy es que, como tantos otros días, estaba viendo a un tío tremendo (en este caso, en intenné), me puse como una moto, pero al tratar de acabar... Pofale. Es frustrante, y más todavía el que nadie al que no le pase pueda siquiera imaginar el vacío, la insatisfacción... Que esto no puede ser psicológico joder, con lo que yo he disfrutado hasta que se acabó... Que el problema psicológico se me está creando después con la incapacidad de disfrutar.