domingo, 22 de agosto de 2010
Cuando Llegue El Día
El cansancio me invade, pero el sueño me elude.
Vuelta.
Aunque estoy destapado y en ropa interior, hace demasiado calor.
Sudo.
Vuelta.
Entra aire por la ventana. El sudor anterior se enfría desagradablemente. Me tapo con la sábana.
Vuelta.
Otra vez tengo calor. Vuelvo a sudar. Me vuelvo a destapar.
Vuelta...
Resoplo, me levanto y voy al baño por segunda vez, raro en mí. Es la tercera noche seguida que duermo mal. Estoy acostumbrado a dormir solo, pero no hay suficientes camas en esta casa. Ya sabía a lo que venía. Mi compañero duerme a pierna suelta, a juzgar por los sonoros ronquidos que emite continuamente. Envidio su suerte. Me planteo si despertarle, más que nada por fastidiar y porque sepa lo que jode. Me siento en la cama. Ya no sé qué hacer.
Miro por la ventana. Una espesa negrura lo invade todo, rota por las luces a unos cientos de metros. Los coches, precedidos por sus burbujas de luz blanquecinas, no cesan de moverse en toda la noche. Me pregunto a dónde irán a esas horas, y me imagino que se están divirtiendo más que yo, de bar en bar, de fiesta en fiesta por la zona.
Poco a poco la fatiga se va apoderando de mí. Vuelvo a la cama. Cuando llegue el día, me fengaré y promablebente ya... nno... zzzzzz.
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2 comentarios:
Mi chico, espero que no te hayas vengado. Esta muy bien este escrito tuyo.
Por suerte o por desgracia, no tengo maldad para vengarme de nada... Además, el problema es mío y mi amigo no tenía culpa... Pero me da una rabia, que casi me muerdo un ojo, oyes.
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