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lunes, 17 de mayo de 2010

Para Psicología

Buenas. Pues mire, llevo dos años de médicos y no dan con lo que me pasa. Y es normal, porque no hay información sobre el tema. O más bien, nadie se molesta en mirar el tema desde una nueva perspectiva. Casi todos ellos llegan a un punto en el que me recomiendan ir a un psicólogo, pero pienso que más que porque crean que es un problema psicológico, es porque al no encontrar evidencias físicas, me pasan al cajón desastre de los problemas mentales.

No me entienda mal. Por una parte pienso que ojalá fuera un problema psicológico, porque sé que entonces tendría solución. Pero por otra parte, si esto fuera psicológico, si mi mente estuviese realmente bloqueando mis sensaciones, estamos jodidos. Muy jodidos. Porque no existe ninguna causa razonable que yo pueda recordar, ningún trauma que pueda haberme afectado de esta manera. Si de verdad ha existido y mi mente está haciéndome la puñeta, significaría que ya no tengo control sobre mis actos, que en cualquier momento mi mente podría putearme de otro modo y no tendría posibilidad de detectarlo para defenderme.

¿De verdad una mente puede hacer esto?

¿Qué siento? Pues por explicarlo con un símil, imagínese que en nuestro cuerpo existiese un mando de volúmen, como el que tienen los equipos de sonido. Casi todos los mandos suelen tener una escala, por ejemplo de 0 a 10, que para nuestro caso, en lugar de indicarnos el volumen, indicaría el placer físico sexual experimentado. Cuando yo no tenía este problema, tener relaciones sexuales (tanto con otras personas como masturbándome) significaba un placer del 7 hacia arriba, y entre el 9 y el 10 durante un buen periodo y durante el orgasmo. Sentía cómo se acumulaba la tensión sexual físicamente y cómo se liberaba durante el clímax; las contracciones pélvicas eran plenas, profundas, muy nítidas. Era un placer físico satisfactorio, saciante, apremiante: el cuerpo me pedía sentirlo, disfrutarlo y compartirlo. Hacerlo era una sensación de bienestar y de plenitud.

Cuando comencé a tener este problema, las sensaciones bajaron prácticamente a cero tras mi segunda operación (que yo pienso que puede estar relacionada, pero según los médicos que me han visto no lo creen). Las primeras veces que ocurre, la mente no encuentra una explicación a lo que está pasando: no cuadra que en el momento del orgasmo no se siente nada, es como un error de procesamiento. Se te rompen los esquemas, vaya. Posteriormente, te das cuenta de que en realidad, el mando del volumen está muy bajo casi todo el tiempo: existen sensaciones de tacto, leves cosquilleos con las caricias... pero no pasa de ahí. No se siente una tensión sexual creciente y cuando llega el supuesto orgasmo, las contracciones pélvicas son casi imperceptibles, aunque existen (se notan al tacto). Entonces es cuando la frustración comienza a crecer, por no poder desahogarse y sentir lo que el cuerpo está pidiendo.

El deseo sexual no desaparece. La necesidad tampoco. Si al menos fuese así, la solución podría ser la abstinencia. Pero el cuerpo lo necesita, lo pide. La atracción hacia los objetos de deseo permanece, pero no se puede saciar. Se sigue introduciendo uno mentalmente en el acto, intentando satisfacer al compañero, intentando disfrutar de las sensaciones, pero no es suficiente.

No se trata de un problema de situación: ocurre tanto con la masturbación, como en las relaciones con otras personas. De hecho, cada una de las formas tiene su parte buena: en una relación con alguien más, existe la ternura, el calor del otro, verle disfrutar, intentar que disfrute más, sentir que él está haciendo lo mismo por ti. En la masturbación, por otra parte, se tiene más control sobre las propias sensaciones, existen las fantasías y los incentivos visuales que pueda uno proporcionarse... Ambas formas son disfrutables de diferentes maneras.

Si todo esto fuese mental, ¿por qué ocurre que a veces (por desgracia pocas), las sensaciones vuelven parcialmente? Sin hacer nada especial con respecto a otras veces, el mando del volumen del placer vuelve a subir unos cuantos puntos. La sensación es tan potente en el glande y en otras zonas erógenas, con respecto a la habitual "anestesia", que casi asusta. Entonces es cuando recuerdo: esto es lo que yo sentía antes, qué placer. Disfruto lo que puedo de esa ocasión y me siento bien. Pero las siguientes veces vuelve a bajar el volumen.

Puede que suene fatal, pero tengo que decirlo: No me gustaría nada hacer terapia, perdiendo tiempo y dinero, para no obtener ningún resultado. Como he dicho, ojalá esto fuese psicológico, porque eso significaría que se puede corregir. Entiendo que intentará ayudarme y para ello necesitará algunas sesiones. Pero por favor, si llega a la conclusión de que esto no se debe a una causa psicológica, le ruego que lo diga cuanto antes.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Uf, ¿sigue sin haber soluciones para lo tuyo?

El otro dia vi un documental de la enfermedad ELA,
no tiene que ver con lo tuyo,
pero no se me acordé de tu problema, y de que el documental podía ser una forma de decirte "no te rindas"


http://www.rtve.es/mediateca/videos/20100523/cronicas/779853.shtml

un saludo desde Galicia.

redondeado dijo...

Hola, anónimo... De momento sigo igual que cuando esto comenzó. No me voy a rendir, de hecho pienso que si doy mucho la brasa y otras personas que estén igual también buscan información, al final la comunidad médica comprenderá que estamos aquí y se encontrará una solución.

Un saludo.