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jueves, 3 de noviembre de 2011

Golpe de Risa

Cuando estoy estresado, me pasa una cosa curiosa: como algo me haga gracia, no puedo parar de reír. Esta jugarreta que al parecer a mi cuerpo le gusta gastarme de vez en cuando (supongo que para relajar la tensión), por otro lado tiene su aspecto incapacitante, ya que al presentarse en momentos de tensión, es raro que me pille en casa.

Me pasa muy de tarde en tarde, pero de las cuatro veces que ahora mismo recuerdo (separadas por meses o incluso años), dos fueron en el trabajo, una en casa (esa sí que fue la ostia) y hoy, justo al entrar en el coche al acabar la jornada laboral. Antes no relacionaba estos ataques de risa con nada, pero las últimas veces me di cuenta de que eran una válvula de escape automática (y sin control por mi parte). Según pasa el tiempo, parece que va uno conociéndose mejor.

Las dos veces que recuerdo de la oficina (por suerte en dos oficinas diferentes), de nada sirvió intentar parar, ni ir al baño, ni desaparecer de mi sitio. Llegó un momento en que sólo pude taparme la cara con las manos, pegarla a la mesa e intentar que mis carcajadas fuesen lo más susurradas posible. Evidentemente la gente de alrededor me miraba y pensaban que me pasaba algo, pero como la risa suele ser contagiosa, al final sólo hubo un poco de cachondeíto y poco a poco se me pasó, aunque dadas las circunstancias, no lo disfruté mucho porque algún jefe había cerca.

El día que me pasó en casa, pensé que no podría parar de reir. A cada momento que mi imaginación revisitaba la causa de la risa y añadía nuevos elementos, se reavivaba la mecha y casi no podía respirar. Lloraba y moqueaba, me tiré en el sillón y dejé que saliera todo. Yo creo que estuve más de media hora sin parar. Me dolían los carrillos de la cara, la tripa y las costillas como si me hubieran dado una paliza.

Hoy salía del trabajo bastante agotado. Llevo unos días un poco más ocupado que de costumbre y al parecer se me ha ido acumulando algo de tensión. Llego al coche, abro y por aquello de no molestar a los demás coches que venían por la calle, entro a toda prisa y meto la pierna izquierda con tal energía que me endiño tremendo sugus en todo el muslo.

Para los que no estén familiarizados con el término, un sugus (aparte de un caramelo) era como llamaban en mi colegio a un rodillazo en el muslo, una de las múltiples nombres de ostias específicas con las que nos pegábamos cuando éramos niños... Había toda una retahila de técnicas: chopitos, collejas, tobitas, sardinetas, batarros... Sí que éramos bestias, sí. Lo que no sé es si estos nombres serían autóctonos de mi zona o estarían extendidos a otros lugares.

Pues nada, que estaba yo disfrutando de esos primeros momentos de dolor intenso cuando me ha dado la risa floja... Y ya no podía parar. He intentado arrancar el coche, pero no lo he conseguido a la primera. He empezado a llorar de la risa, se me han nublado los ojos y aun así, estaba decidido a salir conduciendo. Y durante varias calles he tenido que esforzarme en dejar de reír, por temor a darme un golpe. Hubiera vuelto a parar para desahogarme un poco, pero no había sitios para aparcar a la vista... Así que he seguido hasta casa, aunque lo de contenerme ha sido un poco anticlimático. Y aquí no he conseguido volver a pillar la risa floja, así que habrá que esperar a mejor ocasión.

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