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miércoles, 19 de enero de 2011

Proyección Mental (I)

No se podía quejar; su trabajo era cómodo. También su esfuerzo le había costado... Unos cuantos años estudiando sobre todo formulaciones químicas, aunque también muchas otras cosas. En cualquier caso le gustaba; cuando comenzó a ver los primeros conceptos de química en el colegio ya se sintió fascinado por la belleza de la tabla periódica, las combinaciones que parecían no tener fin, las reacciones...

Ahora allí estaba, hacía ya más de dos años, moviéndose con soltura en una farmacia bien grande, entre muchos otros farmacéuticos titulados. Y había descubierto otra de sus pasiones: imaginar las vidas de aquellos que venían a pedir medicamentos. Las historias eran tan variadas e ilimitadas como las combinaciones de elementos químicos.

Un chico al que calculó una edad de treinta y tantos años entró en la farmacia y se dirigió al mostrador. Como estaba libre, se acercó a atender antes de que el pesado de su jefe comenzase a meter prisa para variar. El chico saludó y le entregó la receta. Su cerebro comenzó a procesar información rápidamente: dónde encontrar la caja del medicamento, descomponer su formulación mentalmente y como siempre, imaginar la vida de aquel paciente.

"Pobre" -pensó enseguida. "Tan joven y ya tomando medicación para la próstata... Normalmente los que se llevan esto andan sobre los cincuenta. Qué marrón. Bueno, por lo menos algo le hará el medicamento; suele ser bastante efectivo... Lo malo es que seguro que eyacula para adentro, como Sanchez Dragó. En fin".

Antes de volver con el cliente, se dio una vuelta hasta las cajas de muestras de regalo y cogió un frasco de gel de baño. "Lo que me parece increíble es lo que se debe llevar mi jefe a fin de mes. Mira que el margen de beneficio está fijado por ley... Qué no venderá para poder regalarle un litro de gel de baño a todos los clientes que se gastan más de diez euros".

Regresó a donde estaba esperando el chico, le comentó que le regalaban el gel con la compra, cortó el código de barras de las pastillas con un cutter, lo pegó en la receta y cobró. "Once euros con catorce céntimos, caballero". El chico le dio un billete de veinte, más un euro con veinte céntimos, que le dejaron descolocado momentáneamente. Entonces cayó, dijo "ah, sí. Perdone". Fue a la caja, trajo los diez euros con seis céntimos que sobraban y se los dio al chico, junto con el recibo de compra.

El cliente se despidió y él hizo lo propio. Su jefe ya estaba diciendo: "a ver, atended a esta señora. Hay que salir ¿eh?". Como estaba libre, se acercó y saludó. La señora le tendió un par de recetas coloradas. "Enseguida, señora" -dijo y observando las prescripciones, su cerebro comenzó a maquinar de nuevo mientras iba en busca de los medicamentos.

"Yo no sé por qué mandan los médicos estas cosas, si no hacen nada, con lo malas que son. Anda que menudo jamón habrá soltado el visitador...".

1 comentario:

cal_2 dijo...

y si la caja era para la prostata de su padre ?..jjajaa...me ha gustado mucho. Y feliz de volver a leerte. Un abrazo