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martes, 28 de julio de 2009

Cosa Grande

Hay muchas cosas que es difícil explicar a alguien que no ha vivido una situación. Se pierden los matices de las conversaciones, los gestos, la unión de montones de detalles que hacen que un momento sea memorable (por memo, o por ser digno de memoria, indistintamente). En una conversación salen muchas "bromas privadas" que probablemente otras personas no puedan entenderlas fuera del contexto. Pero aquí estoy, intentando compartir un momento ocurrido hace poco que me impactó bastante. Sé que debería haberlo contado antes, pero bueno, ya se sabe, lo tenía en borrador hace tiempo y no ha salido hasta ahora.

Hace unos meses hice mi primer viaje largo con unos amigos. Me refiero a mi primer viaje largo conduciendo yo, que fue una verdadera experiencia. En el lugar de destino conocimos a otros amigos de nuestros amigos, que resultaron ser unos cachondos de mucho cuidado. La estancia fue muy agradable, gracias a que nos hicieron de guías pudimos ver la ciudad pateándola de arriba abajo, que es como yo pienso que hay que verlas, por mucho que sea agotador. Aunque terminé hasta los cojones de andar, como sólo fueron dos días disfruté todo lo que vimos.

Uno de los días fuimos a cenar a un restaurante que el anfitrión conocía por visitar de vez en cuando. Entramos a preguntar si había mesa y el dueño nos dijo que enseguida, que había una mesa que estaban en los postres, así que salimos fuera a esperar.

Conste que lo que voy a contar no lo hicimos a mala leche, sino que con el cachondeo del momento la bola de nieve fue aumentando hasta alcanzar proporciones gigantescas.

El caso es que enseguida surgió el tema:

- Jo, qué plumón tiene el camarero, ¿no?
- Ya te digo.
- Bah, hay gente que tiene pluma y luego no...
- Ya, ya.
- Yo vengo a comer de vez en cuando, la mujer está ahí, en la barra.
- Bueno, bueno, eso no tiene que ver.
- Anda, mal pensados.

Sí que se le notaba algo, pero yo no le había dado mucha importancia. Al poco, mientras el murmullo y los comentarios subían de nivel, volvió a salir el dueño a decirnos que ya estaba la mesa libre.

- Ya podéis pasar si queréis.
- Mírale el gesto, es acojonante.
- Y los andares, y los movimientos de las manos.
- Calla, que vuelve.

Una vez sentados, nos preguntó si íbamos a comer de menú, o si íbamos a pedir algunas raciones para compartir y luego podríamos escoger el segundo que quisiéramos. Alguien le preguntó qué nos recomendaba él y dijo que nos podía contar las cosas que tenía de primeros y de segundos para que decidiésemos. Estuvimos de acuerdo y nos soltó la lista de platos interminable. Escogimos unos pocos, anulamos alguno porque nos parecía mucho y luego nos dijo otra lista interminable con los segundos. Volvimos a escoger, tomó nota y se marchó.

Los comentarios ya eran de cachondeo total, sin mal rollo, pero es que era verdad que se le notaba bastante amanerado. Lo bueno es que el tío hizo bien su trabajo y hasta nos sirvió los platos que habíamos anulado, vamos, que nos los colocó bien. Pasó a retirar los primeros, preguntándonos qué tal estaba todo y dijimos que muy bien, lo cual era cierto.

En estas que alguien le preguntó cuál era el significado del nombre que llevaba en la camiseta. Yo creo que aquí el hombre ya se había dado cuenta perfectamente de que todos entendíamos, aunque no estaba del todo en la onda de nuestras risas. Se puso a explicar que era su apellido, y que también era el nombre de un pueblo y de una montaña. Y dijo que el significado de la palabra era cabeza grande, o cosa grande. Le tiraron una pulla, "¿cabeza grande? ¿cosa grande? ¿de qué cabeza estamos hablando?" o algo así y dijo "¿pues qué cabeza va a ser? ¿qué quieres, que te enseñe el carnet de identidad?".

A mí se me abrieron los ojos como platos, estábamos en una situación que parecía de Almodovar total. Cuando se fue a por más cosas a la cocina, uno de mis amigos ya no podía aguantar las carcajadas, mientras que otro colega y yo estábamos en modo "no me lo puedo de-creer". El hombre volvió con los segundos y no sé cómo surgió el tema, pero se puso a hablar de que tenía una hija en una prestigiosa universidad extranjera. "¿Que tienes una hija en esa universidad?". "Sí, ya tiene más de treinta años, la mandamos para allá con mucho esfuerzo y es un cerebro".

La cena continuó con el cachondeito infundido por el vino y la juerga. Al final nos preguntó si íbamos a tomar postre y ninguno quisimos, porque habíamos cenado demasiado. Pedimos la cuenta, pagamos y nos levantamos. Cuatro de nosotros salimos antes, pero el cachondo del grupo y otro colega fueron los últimos y los únicos que vieron el remate de la jugada, que fue lo que más me impactó cuando nos lo contaron.

Resulta que mientras salíamos los cuatro, el dueño estaba hablando con los otros dos y de pronto entró en el restaurante un chicarrón tremendo y el dueño se quedó alelado mirándole. Entonces el cachondo le dijo: "¿qué pasa?" y el dueño le hizo un gesto con la cabeza en dirección al chicarrón y luego otro gesto resoplando. Acababa de confirmarlo en el último momento y después nuestros colegas salieron y nos contaron la escena final. No podíamos parar de reír, pero sobre todo el otro colega y yo alternábamos las carcajadas con cara de "alucino pepinillos".

Pues sí, en el mundo debe haber montones de personas que se casan y tienen hijos para "llevar una vida normal", o por lo menos para que nadie pueda hacer un comentario a destiempo. Pero los comentarios se siguen haciendo. Y lo bueno es que en este caso, cuando este hombre vio que íbamos de cachondeo sano, acabó revelándose a nuestros colegas. Evidentemente no voy a dar detalles para preservar su intimidad, pero fue un rato gracioso. Lástima no poder expresar todo lo que ocurrió en esa cena.

2 comentarios:

cal_2 dijo...

Sí, hay muchas más personas de las que nos imaginamos que, por tapar una supuesta falta, se casan, tienen hijos y se ven obligados toda la vida a soportar a su lado a una mujer y buscar su sexualidad a escondidas. Va por ellos. Por cierto, una vez más, es genial como lo describes.

redondeado dijo...

Gracias, aunque como digo, las palabras se quedan cortas para describir este episodio y por eso lo he tenido en borradores... desde mayo, hasta que me he decidido a sacarlo, pero no exactamente como quería.

Mucha gente vive esa doble vida (o peor), algunas situaciones son bastante complicadas y la mayoría son de otros tiempos. Lo que más me sorprende es que hoy en día hay gente joven que sigue igual. Supongo que hay bastante tela que cortar, pero como diría Michael Ende, es otra historia y será contada en otra ocasión.